31 dic 2011

LA ISLA MISTERIOSA

Hay noches en las que me cuesta saber qué ha pasado. Si me concentro lo suficiente creo divisar el borrador de lo que fue un desayuno pletórico de expectativas, con trazos que exhibían la plenitud de su efímero significado en el momento de ser creados y que ahora aparecen como garabatos sin sentido alguno, como si fuesen obra de un desconocido. En algún momento algo me distrajo, una pantalla o una rutina, no sabría decir con exactitud, y a partir de entonces todo sucedió con la inercia de una cadena de montaje, algo parecido a la costumbre de ese ruido constante que sólo es audible cuando cesa. Y ahora ha cesado, y me cuesta dormir porque no dejo de preguntarme si existe alguna posibilidad de recuperar este día perdido.

16 dic 2011

RIÑONES DE LUTO

Sin ningún género de dudas, los tres mejores inventos del siglo XX son: la lavadora, el boli bic y el espidifen, y no necesariamente por este orden. Y si alguien está pensando en la televisión o el ordenador personal, lo siento en el alma por dos motivos básicos: el primero es que podría encontrar decenas de razones para rebatir el argumento de que los mencionados cacharros nos han hecho la vida más fácil; el segundo es que el ranking es mío y pongo lo que me da la gana. Caso aparte es de la fregona. La causa principal de que no figure a la cabeza de la clasificación es que, definitivamente, no considero que sea equiparable a estos artilugios porque la fregona, más que un invento, es una obviedad. Y no me refiero a la sencillez del instrumento en sí, sino a la evidencia que supone el hecho de que ya hubiésemos sido capaces de lanzar una bomba atómica pero a nadie se le hubiera ocurrido atar un palo a un trapo para fregar el suelo hasta que llegó este señor.


6 dic 2011

EL PALO CORTO DE DINO ZOFF


Por supuesto, en el año 82 nada sabíamos acerca del filósofo del mismo nombre, ni de la lucha por la democracia en Brasil o de lo que significa ser al mismo tiempo licenciado en medicina y capitán de la selección brasileña. Lo único que sabíamos era que aquel tipo nos fascinaba. Quizá por su aspecto, que más tarde identificaríamos con el de algún romántico héroe revolucionario. O tal vez por ese trote que escondía una elegancia inimaginable dentro de un cuerpo desproporcionado. No nos hace falta recurrir a You Tube para recrearnos una y otra vez en ese balón entrando por el palo corto de Dino Zoff. Cómo podríamos olvidarlo. Sócrates, al igual que aquel equipo irrepetible, jamás ganó nada relevante. A pesar de ello, es difícil que se borren de nuestra retina sus pases, taconazos y filigranas. O los de Zico, Falcao, Cerezo. Y eso es mucho más de lo que se puede decir de la mayoría. Incluso de los que ganaron aquel mundial, y casi todos los que vinieron después.